DAEMON (Precuela de PROMISES)

Luego de pasar horas leyendo por aquí y por allá para darle algo más de sentido a esta corta historia que empezó como YooSu pero alargo ya tbn para YunJae y HayaMin, les dejo lo que llamo precuela, ps es parte de los eventos sucedidos entre estas couples -aviso de antemano que no profundizaré demasiado porque eso me implicaría convertir esto en un serial formal y cm podrán saber, estoy bastante atrasada con esos proyectos- luego regresaré con la secuela, y cerraré esto cn un epílogo lemonoso :3

Espero sea de su agrado ;D

Título: DAEMON

Autora: Felina

Pareja: YunJae, HayaMin, YooSu

Género: Fantasía, Romance

Clasificación: NC-17

*****

DAEMON

(Precuela de PROMISES)

En el infierno los demonios no se dividen en jerarquías como sucede en los cielos con el Coro Celestial. Ahí abajo, donde arden los pecados y se cree que gobierna el libertinaje, los demonios solo obedecen a sus propios instintos, se ciñen de tanto en tanto a los mandatos de su regente pero comúnmente hacen lo que desean.

Las batallas entre demonios por el control de ciertas porciones de “territorio” también son frecuentes, así se denominan los niveles que podrían considerarse jerárquicos en el inframundo. De entre todos, absolutamente todos los demonios, solamente uno tiene el respeto que se le puede tener al mismísimo Lucifer. Él es Hayami Mokomichi entre los humanos, y éstos en las diferentes mitologías del mundo a cada demonio le  corresponden un pecado o un rasgo de maldad para distribuirlos y poner cierto orden de conocimiento entre aquellos que de una forma u otra se han hecho presentes entre los mortales del mismo modo que los ángeles.

Antes de “transformarse” en un demonio de inquietante pasividad, Hayami dio vida a Nekomata. Ubicado en la mitología japonesa como el Dios de la Muerte, se le suele representar con forma animal, un gato demoníaco capaz de absoluta maldad. Preferente de la forma humana, cuando atacó por última vez en el Cielo, Hayami irradiaba crueldad, las puntiagudas orejas negras y la doble cola que se agitaba con rabia era también un arma mortal. Las alas negras que nacían en sus omóplatos se desplegaban con fuerza y de ellas emergían vientos que podían igualar las tempestades de un tornado. Es un demonio particular, comanda más legiones que ninguno e incluso puede llegar a exigir la obediencia de las legiones de otros demonios si así lo desea. Muchas batallas sangrientas ha sostenido por ello.

La particular hermosura de su figura le ha valido la comparación inmediata con el Demonio Asmodeo, designándole la lujuria como rasgo de personalidad. Sin embargo, Kim Jaejoong no se rige por aquel pecado tentativo de sosiego pasional, prefiere la horda y el bullicio de la batalla, comanda en inframundo como segundo al mando de todas las legiones en los cuatro puntos cardinales del infierno. En la tradición judeo-cristiana se le ha nombrado como Abigor, demonio Superior de hermosura pecaminosa que conoce el porvenir, los secretos de la guerra y el arte de hacerse amar por sus soldados. Por eso, aunque la lujuria desprende de sus grandes ojos negros, no se limita a tan banal pecado humano.

Entre ellos está también Park Yoochun, quien durante mucho tiempo fue efectivamente el poseedor de la personalidad de Asmodeo; sin embargo no posee una característica más constante que el impulso por la satisfacción de sus curiosidades. Dio vida al Príncipe de los Infiernos llamado Bitru, que en su forma humana posee un gran atractivo, comanda 70 legiones y despierta fácilmente la lujuria entre los humanos sin importar si se trata de hombres o mujeres.

Entre otros importantes demonios del inframundo, ellos tres suelen dirigir las más destructivas batallas contra el Coro Celestial de Dios.

--//--//--//--//--//--

La protección de los cielos está al mando de los Coros Celestiales, entre ellos es reconocida la participación de arcángeles de importante presencia entre las tres jerarquías.

Jung Yunho es un arcángel que pertenece al Coro de las Potestades, –guerreros por excelencia–, puede asemejársele con Yehuiah, al servicio del Arcángel Miguel que rige en 3 coros celestiales (Serafines, Virtudes y Arcángeles), cumple varias misiones, destruye la traición, vigila la obediencia y fidelidad de todos los ángeles y el cumplimiento de sus obligaciones, y protege a todos contra la tentación de rebelarse –por ello su recelo cuando su hermano Junsu movido por la curiosidad faltó a su responsabilidad como Serafín, fue él quien intercedió ante Dios para que no le expulsara de los cielos, convirtiéndole entonces en el Ángel que a menudo busca ocultarse de su mirada inquisidora–

Por otro lado, Shim ChangMin quien pertenece al Coro de los Principados, se convirtió en Arcángel siguiendo los pasos de su hermano Yunho –la hermandad entre ángeles no rige el lazo sanguíneo como en los humanos, ellos obedecen la voluntad de sus corazones estableciendo vínculos estrechos entre determinados ángeles–; se le ha nombrado como Mebahiah, cuya principal esencia es la Lucidez Intelectual.

Todo esto sin embargo, llega a carecer de cierto sentido o importancia cuando una batalla se desata. Demonios y Arcángeles usan todo su poder con una sola intención: Ganar.

Y ganar, nunca es sencillo, nunca se planea lo suficiente, nunca se sabe cuándo se alcanzará el límite real del poder manifestado antes en cientos de ocasiones.

Para los ángeles la máxima prioridad es proteger a Dios, por eso es tan imprescindible ganar.

Para los demonios, su objetivo primordial es llegar a Dios, vencerle y dominar así sobre los cielos.

Una guerra más se desató hace tiempo –ése que carece de sentido real para ellos–, en aquella se sucedió uno de los hechos más increíbles. Un demonio llegó hasta el Trono de Dios. Hayami Mokomichi instauró su leyenda entonces.

Bajo la forma de aquel demonio gatuno, Hayami se abrió paso a través de las huestes de cada cielo en el Paraíso. Acompañado por Jaejoong y Yoochun, no tuvo que hacerle frente a Yunho, pues ellos se encargaron de “distraerle” mientras el demonio Nekomata ascendía hasta el Coro de los Principados, ChangMin se convirtió ahí en su rival.

Las grisáceas alas del Nekomata se agitaron con violencia y empujaron al arcángel varios metros más allá hasta que topó contra uno de los muros de cristal que levantan el Templo del Coro de los Principados, el muro apenas se agrietó pero el arcángel de largos mechones castaños se levantó con temple, las alas blancas con destellos de color arena se desplegaron con gracia y firmeza levantando el vuelo con velocidad en dirección del demonio.

El encuentro de ambos hombres fue caótico. El Coro de los Principados se sacudió con ímpetu, pero Hayami tenía una severa ventaja ya, con ChangMin entre su cuerpo y el piso de cantera afectado por el poder de ambos. Las alas del arcángel fueron heridas por las poderosas del demonio. Un grito desgarrador salió del fondo de la garganta del arcángel, mientras que el demonio sonreía perverso ante el dolor de su antagónico en el Paraíso.

Sin embargo ahí, cuando sus ojos se encontraron con los oscuros del arcángel y vio en la cuenca de sus pupilas reflejado el dolor y la impotencia, la culpa corroyó desde sus entrañas todo su cuerpo, sacudiéndole los sentidos de una manera jamás imaginada.

ChangMin sintió que la respiración se le cortaba por esa fuerte mano cernida a su cuello presionando con rencor. Aún así, por el rabillo del ojo alcanzó a ver su espada a lado de su cuerpo, si estiraba su mano podría alcanzarla y recuperaría alguna probabilidad de salir vivo de este enfrentamiento. Cuando sus dedos rozaron el mango de la espada bendecida por el canto de los Serafines, la cola bifurcada del Nekomata asió sus muñecas arrebatándole toda posibilidad de sujetarla cuando todo su cuerpo fue elevado con la fuerza de aquellos músculos flexibles del demonio.

- ¡ngh!... – gimió adolorido cuando los colmillos del Nekomata se enterraron en su hombro con frialdad y la sangre del arcángel corrió en finos hilos del líquido carmín.

- Para ya. No intentes detenerme nuevamente o te mataré sin dudarlo… - la ronca y varonil voz del demonio taladró sus oídos. La impotencia y el dolor doblegaron la voluntad del arcángel. Y sus ojos se cerraron involuntariamente cuando cayó inconsciente al suelo.

Mokomichi miró hacia arriba, unos cielos más y llegaría al gran Trono de Dios, desde donde provenía ese canto sublime orquestado por los Serafines y que aún en plena batalla, no menguaba.

……………………………

Yunho y Jaejoong chocaron sus espadas en medio de aquella batalla en la cual varios ángeles y demonios ya habían caído. La sangre en la hoja de cada uno pertenecía al bando contrario, pero también llevaba ya rastros de cada uno de ellos. Las alas blancas con matices azules del arcángel de tez morena tenían heridas y el rojo sangre se reflejaba en ellas también dándole un aspecto sexy para la mirada del demonio de ojos negros.

- ¿Qué estás mirando, maldito demonio?... – y no, no había una intención directa de ofender, aquella era solo una verdad.

- ¿Sabías que un hombre como tú sería un excelente soldado entre mis legiones?... – el demonio de sedosos cabellos negros sonrió con picardía. Claramente estaba coqueteándole.

- No tengo deseo alguno de abandonar los cielos para vivir en el infierno, y menos si es para servirle a un demonio como tú…

- ¿Qué hay con un demonio como yo?

- Veo en tus ojos el motivo que impulsa tus días. La banalidad de tus acciones me produce repulsión…

- ¿Eres un arcángel frígido? Dios debería permitirles un poco más de libertad… - el pelioscuro sonrió divertido…

- ¡Cállate de una vez!... – Yunho volvió al ataque, Jaejoong se limitaba a defenderse, eludiendo uno a uno los embates del arcángel moreno.

Se estaba divirtiendo, pero también advertía que el arcángel no estaba usando todo su poder. Jaejoong supo minutos más tarde que cuando Yunho peleaba de verdad, ningún demonio de clase inferior hubiera sobrevivido siquiera al relámpago crepitante de su espada al ser blandida con tal bravío.

……………………………

Alrededor de Dios cantan sus Serafines, entre ellos uno resaltaba por la belleza de su silueta y la hermosura de su voz. Junsu, el hermano de Yunho y ChangMin, quien entonces aún pertenecía al Coro de los Serafines cantaba con gracia y sublime decoro, siempre mirando la luz irradiante de Dios.

Hayami abatió los grandes portones de madera blanca con el solo movimiento de sus alas. Los Serafines menores salieron del Trono de Dios, los mayores –considerados así por el tiempo que han permanecido a lado de Dios, aunque sean de apariencia joven– continuaron con su canto. El Nekomata avanzó con pasos rudos y decididos, mirar a Dios a través de tal luminosidad era prácticamente imposible, pero él sabe que está ahí, que le observa pacientemente del mismo modo que ha presenciada aquella batalla.

- ¿A cuántos mas de sus ángeles hemos de matar?... – el demonio cuestionó con voz altiva. Esperó que los Serafines ahí presentes se interpusieran en su camino o emitieran algún juicio, sin embargo, aquellos hermosos seres continuaron cantando… - ¡No piensa responder! ¡No es acaso el Dios que ama a todos los seres!... – agitó las alas con violencia y sus ráfagas agitaron apenas los cabellos de los Serafines así como sus batas blancas, pero las alas de aquellos permanecieron replegadas en signo de pasividad… - Así lo quisieron… - murmuró entre dientes y se lanzó a la carga, la espada empuñada por sus dos manos llevaba la dirección exacta de Dios…

Junsu fue el primero en interponerse en su camino, sus castañas pupilas brillaban sin embargo con alegría, y el canto seguía emergiendo de su voz, dulce y sincera, sublime canto de amor. Aún así, el titubeo real de Hayami no vino ante aquella figura, sino ante la silueta que se cruzó aún antes.

ChangMin estaba ahí, y su espada fue partida en dos por la mitad cuando la interpuso entre su cuerpo y la espada de Hayami, la filosa hoja del arma del Nekomata se detuvo a escasos milímetros del vientre del arcángel. La mano del demonio tembló, dudó y frenó justo antes de provocarle la muerte segura. Los ojos café de Hayami se clavaron en los de ChangMin.

El sacrificio incondicional.

Tan propio de los ángeles de Dios.

Pero él, un demonio nacido y criado en el inframundo.

¿Por qué había titubeado?

¿Por qué había detenido el golpe mortal de su espada?

¿Por qué no podía dejar de mirar a ese arcángel de mirada dura y decidida?

- Eso que sientes es tan propio de los humanos, a quienes todos nosotros amamos. Como ahora tú amas a uno de mis arcángeles.

La voz cálida de Dios cimbró los pensamientos del demonio haciéndole retroceder un par de pasos y buscar con mirada inquieta aquella luz cegadora que no ha dejado de resplandecer en el Trono principal. Ahí, a su lado solo estaba un Serafín, el mismo que se hubiera interpuesto en su camino instantes atrás, el mismo que entonces sonreía con calidez como si él no fuera el demonio que se ha atrevido a matar a muchos de los suyos y a atravesar los cielos con el único objetivo de llegar a Dios.

- Sé bien, igual que ellos… - ChangMin y Junsu. El arcángel no le apartaba la vista al demonio, mientras que el Serafín había regresado su mirada a Dios… - la intención con la que has venido hasta aquí. No guardo rencor alguno por los daños ocasionados, el dolor que pesa en mi corazón será purificado por el amor de los ángeles que permanecen y aquellos demonios que hoy han encontrado la luz. Además, por el dolor que veo en la confusión de tu mirada, también siento gusto por el color de tu alma, el verdadero color.

Mokomichi volvió su mirada a ChangMin cuando aquellas palabras sonaron en sus pensamientos. Fue una reacción instintiva. Y el golpeteo de su corazón se hizo presente de nuevo, después de mucho, mucho tiempo en el que el odio había alimentado su alma demoniaca, aquél músculo humano volvía a latir.

……………………………

Yoochun vio a Hayami salir volando del último cielo donde está el Trono de Dios. Las grisáceas alas se agitaban con fuerza pero parecían pesadas. Él conoce aquel tipo de vuelo, viene de las confusiones que el Nekomata tiene después de encontrarse con un arcángel en especial.

Porque no.

Aquella no era la primera vez que ChangMin y Hayami se encontraban.

Aunque sí fue la primera que se enfrentaron.

Entre todo, Yoochun supo que era momento de emprender la retirada. Levantó el vuelo y se movió a través de legiones y huestes buscando a Jaejoong.

……………………………

Yunho había conseguido enterrar su espada en el costado del demonio, pero Jaejoong lejos de quejarse por aquella herida, sonreía con sus tentadores labios rojos hacia el arcángel…

- No has querido matarme. ¿Qué ha sido? ¿Te he gustado?

- Sabes bien el poder de tu belleza y sé que intentas seducirme, no has hecho otra cosa que mirarme de esa manera tan lujuriosa desde que llegaste…

- Y tengo en claro que para ser un arcángel no eres tan puro e insensible a los deseos como quieres aparentar… - el demonio se relamió los labios y su fina mano se posó sobre la morena que empuña la espada enterrada en su costado, jalando hacia él de modo que la hoja filosa traspasó totalmente su cuerpo, pero en el acto, el cuerpo del moreno se había acercado totalmente al suyo, rozándose, compartiendo el calor. Y la boca roja del demonio rozó los labios tersos del arcángel.

- No provoques más, Jaejoong; ésta no es la primera vez que nos vemos y no será la última que nos enfrentemos. Sigue intentando seducirme y llegará el día en que mi espada te atraviese el corazón.

- Cuando ese día llegue, será porque me has mostrado ya el verdadero “color” de tus alas… - y aquella, había sido definitivamente una propuesta indecorosa. La misma que años más tarde, Yoochun le haga al ángel Junsu.

El mismo tipo de propuestas que arrastra con el tiempo a arcángeles y demonios a batallas no físicas, sino emocionales.

Las batallas del corazón.

Continuará……